
Un día J. Ramón encontró a Platero echado en su cama de paja, muy triste.
Entonces el poeta le tendió la mano lo acarició con mucho cariño y fue corriendo a llamar a su médico.
J. Ramón sólo se atrevió a preguntarle:
- Nada bueno ¿eh?
A mediodía, Platero ya había muerto.La barriguita de algodón se le había hinchado como el mundo.
Por la cuadra, en silencio,volaba una bella mariposa.
Platero se fue, pero su recuerdo quedó para siempre.
Mario Ramírez 4ºB
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